ESPAÑA: El hilo de la renuncia: «NO PUEDO MÁS» (N.R: o por qué está aumentando la letalidad en España)

DOMINGO, 11 DE OCTUBRE DE 2020

Hay varias formar de evitar una situación tormentosa que nos hace daño, que nos va minando y transformando en algo indeseable. Una es seguir de «cuerpo presente» pero con la cabeza en otro lado a la espera de que escampe el tormentón. Un modo de «funcionar» provisional que preserva momentáneamente nuestra salud mental pero que no se puede prolongar demasiado tiempo sin que necesariamente se resuelva de algún modo. Más pronto que tarde llega un «MOMENTO DE LA VERDAD» en el que uno ha de decidir. Y Clara Benedicto ha decidido renunciar. Leer el hilo de Clara en donde lo explica (aquí), y que transcribo más abajo, me ha recordado algunos pasajes del libro que Enrique Gavilán escribió tras llegar a similar impotencia, «Cuando ya no puedes más» (aquí).

Definitivamente, nos encontramos ante una organización hipócrita. Si alguien tenía dudas, la crisis sociosanitaria en la que nos encontramos se las habrá despejado del todo. El sistema hace, en atención primaria, justo lo contrario de lo que predica. Claro, clarinete, se ha visto durante los últimos meses de pandemia. Un sistema sanitario que para funcionar obtiene la energía «quemando» a sus mejores profesionales que se convierten así en combustible del sistema. Buenos profesionales que, cuando se “queman”, son sustituidos por otros buenos profesionales que correrán la misma suerte y vuelta a empezar.

Pero no todo buen profesional se «quema». Una taxonomía de brocha gorda puede identificar varias especies. Una de ellas, escasa pero cualitativamente importante, es la formada por aquellos buenos profesionales inmunes a la quemazón de forma primaria. Como si dispusieran de un gen que confiriera dicha inmunidad, una inmunidad que no se aprende ni tiene que ver con la edad ni la experiencia pues viene de serie, la llevan en la sangre. Ya puede ocurrir lo que sea que nunca se quemarán, nunca serán «combustible» y seguirán dando lo mejor de sí mismos al sistema por mal que éste les trate. Pero no todos tenemos esa suerte y lo que le pasó a Enrique, y ahora a Clara, nos puede pasar a cualquiera de nosotros mañana mismo.

Lamentablemente, así funciona el sistema, así obtiene su energía: “quemando” a parte de su mejor gente. No sabe hacerlo de otra forma ni se ha preocupado por aprender otra alternativa. Y esto es muy peligroso porque los «malos» profesionales tampoco se queman y, por tanto, no se van. Cuando digo «malos» profesionales no me refiero a su competencia científico técnica, me refiero básicamente a aquellos que única y exclusivamente se mueven por motivos extrínsecos y, en el contexto de una organización hipócrita, se mueven como pez en el agua actuando como meros «mercenarios». El puro cálculo de intercambios rige el vínculo entre una organización hipócrita y el profesional mercenario, un vínculo sin confianza alguna y con vistas siempre al corto plazo. Por cierto, una organización hipócrita prefiere profesionales mercenarios a profesionales que se muevan por motivos intrínsecos o trascendentes (aquí): con los primeros negocia o trapichea, mientras engaña, entretiene y quema a los segundos.

Evidentemente, la mayoría de los médicos de familia del país no son mercenarios, claro está. No han estudiado medicina, ni se han especializado ni ejercen la profesión en la sanidad pública para hacerse ricos, algo imposible con los sueldos que se pagan. Pero claro, tenemos la tormenta perfecta si a los bajos salarios, se añade la precariedad laboral que cabalga y el no poder ejercer con dignidad la profesión por la sobrecarga laboral, especialmente en atención primaria. La mayoría de los médicos españoles que emigran a otros países no lo hacen por los mayores sueldos, sino porque son valorados, no exprimidos ni quemados por el sistema y ejercen bajo mejores condiciones laborales y profesionales. Que a fecha de hoy, a una médica de familia con mucha experiencia y cualificación profesional le ocurra esto es intolerable a la par que bochornoso.

Este desprecio al médico de familia por la propia organización sanitaria pública en la que trabaja es sin duda la espoleta de todas las meadas que se han venido sucediendo en los últimos años, con modos más o menos disimulados (aquí) hasta flagrantemente abiertas en las últimas semanas por parte de cargos de gestión (aquí y aquí), representantes de los mismos (aquí), representantes sindicales de enfermería (aquí) y también por parte de nuestros propios compañeros del hospital (aquí).

¿No nos lo habremos ganado a pulso por no haber mandado a la mierda a quien tocaba cuando tocaba? ¿Estaríamos ahora como estamos de haberlo hecho? ¿Se habría convertido la atención primaria en el cubo de la basura del sistema? ¿Se habría convertido el médico de familia en el saco de boxeo al que todo el mundo se cree con derecho a golpear?

El hilo de la renuncia: «NO PUEDO MÁS

Bueno, pues hoy ha sido mi último día de trabajo en Atención Primaria. He pedido una excedencia porque, literalmente, NO PUEDO MÁS. #YoRenuncio 1/x

Las condiciones de trabajo ya eran malas antes del COVID: mi reducción de jornada estaba sin cubrir (por tanto pasaba la consulta entera en 3 días, con repartos a mis compañerxs). Teníamos tres reducciones más y una jubilación sin cubrir. En un turno de 9 médicxs de tarde. 2/x

La primera semana de marzo veía una media de 40-50 pacientes, y tenía unas dos semanas de demora de cita (y un estrés y una frustración considerables). Propusimos muchas cosas para mejorar, la mayoría se nos negaron. 3/x

Y aún así, hacía cirugía menor, psicoterapia, domicilios, ecografía, y comunitaria. Ah, y docencia de residentes, gratis total y en mi tiempo libre. Y mis compañerxs otro tanto. Queríamos cuidar de nuestra población y ser mejores profesionales. 4/x

Recuerdo el 11 de marzo como una tarde particularmente espantosa: retraso, sala de espera a rebosar, rumores de transmisión del SARS CoV2, ninguna información oficial y bastante gente con cuadros respiratorios, mucho agobio y mucha incertidumbre. 5/x

Durante los meses del estado de alarma lo pasamos mal pero hicimos todos los esfuerzos que teníamos que hacer. Nos organizábamos como mejor podíamos, aprendíamos cosas nuevas a marchas forzadas, nos cuidábamos en equipo. Algunxs fueron a IFEMA. 6/x

A pesar de que había mucho trabajo relacionado con la COVID tenía una lista de pacientes, vulnerables, conocidxs, e intentaba llamar para ver cómo estaban. La gente tenía miedo pero también entendía que tenía que ser responsable y posponer de momento lo posponible. 7/x

Hubo mucha gente que estuvo muy enferma, algunxs fallecieron en casa o en el hospital. No siempre de COVID y no siempre bien atendidos por un sistema que estaba saturado y centrado en una sola cosa. Tengo grabados caras y nombres. 8/x

Y aún así, recuerdo tener esperanza en que se podían mejorar las cosas, que veríamos por fin que se necesitaba una AP fuerte y multidisciplinar. Demandas históricas de disminución de burocracia que antes «no se podían» se implantaron en cuestión de días. 9/x

Cuando el estado de alarma acabó, todo se fue lentamente torciendo. Toda la gente que había estado esperando, con citas, pruebas o cirugías canceladas, volvía a llamar a nuestra puerta, que es la más accesible. Los miedos, los duelos, los dolores pospuestos. 10/x

Había menos COVID, pero seguía siendo el centro. Se revirtieron medidas antiburocracia, aumentó la sobrecarga de las bajas y las personas especialmente sensibles, intentamos resolver la mayoría de las consultas por teléfono, y citar a pocos pacientes presenciales. 11/x

Cada vez más llamadas, más burocracia, más nuevos protocolos, más personas enfadadas y confundidas porque se sentían abandonadas, con razón. Durante el verano estábamos entre el 35 y el 50% de la plantilla. Llegar antes, salir tarde, con el corazón latiendo en el cuello. 12/x

Al principio llegando 1-1’30h antes se podía terminar la lista de pacientes, dedicar un poco de tiempo y de cariño a cada llamada o visita. Después, cada vez más citas forzadas, más motivos de consulta por llamada «aprovecho para contarte… porque no me cogéis el teléfono» 13/x

Un día dejé a dos personas sin llamar porque cerraba el centro. Mañana les llamo, pensé, pero al día siguiente fueron cinco. Y así a diario. Con la incertidumbre de no saber, de que efectivamente las líneas y las administrativas estaban saturadas, de que había un cuello 14/x

… de botella para conseguir citas y la certeza de que quien más lo necesita tiene más difícil acceder, pero al mismo tiempo la incapacidad de sobreponernos a la demanda, de hacer cualquier cosa que no fuera resolver lo que entra. 15/x

El desgaste ha sido progresivo pero recuerdo el momento en que me di cuenta de que algo se había roto: una tarde tórrida a principios de agosto, varias horas con el EPI puesto, una paciente se negó a hacerse una PCR apartando la torunda de su nariz… 16/x

y tirándola al suelo sin querer. Le grité, le eché una buena bronca y le dije que no tenía tiempo para estar con tonterías. No estoy orgullosa y le pedí perdón después, pero ver al paciente como «el otro» es cruzar una línea. 17/x

Durante meses he tenido pesadillas con el trabajo, he pensado en la consulta con angustia en los días libres, he tenido ansiedad anticipatoria en el tren de camino. En seguida se me acaban la calma y la energía para sostener el sufrimiento de otras personas. 18/x

A veces abro la agenda y veo 45 nombres (que a lo largo de la tarde siempre son muchos más) y me cuesta ver personas. Todos los días queda gente sin llamar, porque no llegamos. 19/x

Hablo de cómo me siento con libertad xq tengo la certeza de q no se trata de un problema de afrontamiento individual, o de aprender técnicas de relajación. Muchas de mis compañeras se sienten así. Algunas han llorado, otras descargado su rabia, otras se medican para aguantar 20/x

No nos quemamos, es el sistema el que nos ha ido consumiendo. Son decisiones conscientes y calculadas de desmantelamiento de la Atención Primaria que se llevan tomando años pero que ahora, con esta carga sobre nuestras espaldas, se han vuelto insoslayables. 21/x

Esa esperanza que tenía en abril se ha esfumado. Sólo nos quedan desplante tras desplante, mentiras, faltas de respeto institucionales, desilusiones con gerencias y sindicatos. No podemos cuidar de nuestrxs pacientes, ni podemos cuidarnos. 22/x

Lo siento por mis compañerxs del centro de salud, que son un equipazo, y sobre todo por mi cupo de pacientes, a los que hace meses que no puedo atender como merecen. Pero creo que el superheroísmo de aguantar a cualquier precio no nos ayuda a ellos ni a mí. 23/x

También lo siento por Parla, que como todas las poblaciones desfavorecidas necesita más los recursos y los recibe menos. La Comunidad más desigual y que menos presupuesto dedica a la AP les ha abandonado una vez más. 24/x

Todas las opciones son respetables, la gente que aguanta currando en estas condiciones, la gente que querría dejarlo y no se lo puede permitir, la gente que lo ha dejado o lo dejará en silencio. Somos muchísimas y cada una lo lucha en su sitio y a su manera. 25/x

Incluso en estas condiciones poder dar un paso atrás un tiempo es un privilegio: no hay excedencia sino la nada para profesionales con contratos precarios, no hay plan B para muchas compañeras que tienen familia a su cargo, no hay flexibilización posible. 26/x

Tampoco hay alternativas para muchxs de mis pacientes que viven situaciones similares o peores de estrés y explotación con mucho menos sueldo o prestigio social que el de la medicina de familia. Pero las raíces del maltrato son las mismas. 27/x

Doy gracias a quienes me habéis aguantado, ayudado a decidir, a las resisters q tejéis una red y a quienes me habéis apoyado y dado cariños en la distancia @bearagonm  @elenruiper @BertaHerranz @Mar_Sacristan @sarabelinc @alegreviajerx @carmenfando @aitana_robledo @eslapati 28/x

Me voy un tiempo pero no en silencio (de hecho, con un hilo demasiado largo!). Porque nuestra responsabilidad es señalar las causas de las causas, también aquí. 29 y fin.

 

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