ESPAÑA: Los médicos advierten de que la pandemia reduce los diagnósticos de cáncer en hasta un 20%, duplica las muertes por infarto y empeora muchas patologías

CRISIS DEL CORONAVIRUS

  • Los expertos creen que el miedo a acudir al médico y la saturación de la sanidad  han sido las causas del empeoramiento de patologías ajenas al covid
  • El tiempo es crucial para que el pronóstico de un cáncer o las secuelas tras un infarto no empeoren: según un estudio, el 22% «aguantaba» antes de ir al médico
  • La Sociedad Europea de Oncología Médica determina que el 25,7% de los tratamientos de quimioterapia en Europa y el 13,7% de los de radioterapia tuvieron que paralizarse
Publicada el 11/10/2020 a las 06:00
 

Sonia Sainz-Maza tenía 48 años y era vecina de Espinosa de los Monteros, un municipio de Burgos. En el mes de abril comenzó a sentir un fuerte dolor en la pierna, a la altura de la ingle. Llamó a su médico, pero este tan sólo la atendió desde el otro lado del teléfono. Volvió a llamar porque no mejoraba, pero volvieron a atenderla de manera telemática. Ni exploración ni diagnóstico claro. Y volvió y volvió a llamar. El 18 de junio consiguió una cita con un traumatólogo del Hospital Universitario de Burgos (HUBU), pero este le dijo que no podía atender «lumbociatalgias», lo que aparecía en el volante expedido por el centro de salud de Sonia. Volvió a intentar conseguir atención yendo directamente al servicio de urgencias del centro. Pero tampoco recibió atención. Ni tampoco en el Hospital de Cruces de Bilbao ni en Bizkaia. A mediados de julio fue ingresada y fue entonces cuando le dijeron el diagnóstico: cáncer de colon con metástasis. Falleció el 13 de agosto. «Mi hermana se moría al otro lado del teléfono y Sanidad nunca le tendió la ayuda que necesitaba», denunció su hermana, Lydia Sainz-Maza, en El Correo de Burgos.

Lo peor es que la terrible historia de Sonia tan sólo ha puesto nombres y apellidos a un problema que va más allá y que ha afectado a más familias. Este miércoles se conocía otro caso, el de Lidia Bayona, otra vecina de Burgos que esperó una cita con su médico durante cuatro meses para saber que tenía dos tumores, de ovario y de conductos biliares, que le acabaron costando la vida en el mes de julio. Desde marzo, el covid-19 ha acaparado casi toda la atención de los profesionales sanitarios, que se han visto obligados a hacer frente a la pandemia volcando casi todos sus esfuerzos en contenerla. Sin embargo, la irrupción del SARS-CoV-2 no ha acabado con el resto de enfermedades o patologías. Tan sólo las ha ocultado. En algunos casos con las peores consecuencias que podría provocar. «Hay otras enfermedades y nos vamos a morir de ellas si no nos atienden», denunció Lydia Sainz-Maza.

Según los datos del Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo), del 13 de marzo al 5 de octubre han fallecido 44.651 personas más que las que se esperaban. Sin embargo, tal y como explican los expertos, no todas esas muertes pueden achacarse directamente al covid-19, aunque las fechas de recogida de los datos coincidan con la pandemia. Según las cifras oficiales del Ministerio de Sanidad, el coronavirus ha provocado la muerte de 32.688 personas. ¿Qué ocurre con las otras 11.963? Un porcentaje aún por determinar correspondería, señalan los expertos, a muertes indirectas por el virus. Sonia y Lidian serían dos de ellas.

Las sociedades médicas todavía están midiendo el impacto que ha tenido la pandemia en el diagnóstico y tratamiento de otras enfermedades que nada tienen que ver con el virus. A falta de datos concretos, la mayoría ya ha concluido que el covid, sin duda, ha tenido consecuencias en otras patologías. Por ejemplo, según los datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), este 2020 se han detectado entre un 15 y un 20% menos de cánceres. Otro ejemplo: según la Sociedad Española de Cardiología (SEC)el tratamiento del infarto se redujo un 40% durante la primera semana del estado de alarma, lo que provocó que la mortalidad del mismo se duplicara durante la primera ola de coronavirus.

Consultar menos y hacerlo más tarde: consecuencia del miedo y del colapso

Es difícil buscar culpables, pero las fuentes consultadas por infoLibre apuntan a que ha habido dos causas que han provocado que existan datos tan malos como estos. La primera ha sido la propia pandemia, que ha colapsado un sistema sanitario que, según sus profesionales, ya agonizaba. Eso paralizó, canceló o retrasó tratamientos. Por ejemplo, tal y como recoge la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO, por sus siglas en inglés)el 25,7% de los tratamientos de quimioterapia en Europa tuvieron que paralizarse, al igual que el 13,7% de los de radioterapia.

La segunda causa fue el miedo al contagio, lo que provocó que no fueran pocos quienes, ante síntomas de que algo no iba bien, prefirieran esperar antes de consultar con un médico o acudir directamente a un centro sanitario. «El mensaje que lanzaban las autoridades era que había que evitar acudir a los centros hospitalarios a no ser que fuera imprescindible. Había temor a ir a un hospital porque era donde estaba el virus», explica, desde el otro lado del teléfono, Oriol Rodríguez Leor, miembro de la Asociación de Cardiología Intervencionista de la SEC y autor principal del estudio de su organización. No obstante, consultar con un médico tampoco era sencillo, admite. «La forma de entrar en contacto con el sistema sanitario era a través de los teléfonos de atención ciudadana, que durante esos días [de marzo y abril] estuvieron colapsados«, dice.

Carina Escobar, presidenta de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP), opina igual que él. «Desde salud pública se cometió un error de comunicación«, afirma. «Hay que decirle a la gente que, si se encuentra mal, tiene que ir al médico», dice. Según el Estudio del impacto de la Covid-19 en las personas con enfermedad crónica publicado por su organización, el 22% de los pacientes intentaron «aguantar» todo lo que pudieron para no acudir a los centros sanitarios. Pero las consecuencias de eso pueden ser fatales. Están reflejadas en los datos de la SEC: como los infartos se trataban un 40% menos —ya sea por imposibilidad del sistema o porque los enfermos no acudían a los centros—, la mortalidad de esos accidentes se duplicó. «La gente consultaba menos y además lo hacía más tarde», lamenta Rodríguez Leor, que recuerda que los infartos son patologías «de atención emergente» y de «tiempo dependiente». Es decir: hay que tratarlos cuanto antes.

«El tiempo que transcurre desde que se inician los síntomas hasta que se recibe el tratamiento tiene un impacto directo sobre el pronóstico del paciente. Ese tiempo determina la mortalidad y las secuelas a corto y largo plazo que dejará el infarto», añade. Y ese tiempo, llamado de isquemia, aumentó considerablemente. Antes del covid-19, señala el estudio de la SEC, elaborado con datos de 75 hospitales españoles, transcurrían 200 minutos de media desde que se iniciaban los síntomas de un infarto hasta que se recibía la primera asistencia médica. Durante la pandemia alcanzó los 233. Parecen pocos, pero esos minutos son clave para los pacientes infartados.

El covid-19 ha provocado «una emergencia en cáncer»

El tiempo también es crucial para otros con enfermedades oncológicas, como Sonia y como Lidia. Teresa Alonso, secretaria científica de SEOM y oncóloga médico del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, explica a infoLibre que «está claro» que «la interrupción o retraso de programas de cribado de cáncer o circuitos diagnósticos», algo que ha sucedido en estos meses, «no puede perpetuarse en el tiempo». Eso supondría, dice, «el diagnóstico en etapas más avanzadas del cáncer«. Y una mayor mortalidad de la enfermedad. «Datos publicados o presentados en congresos internacionales, un estudio inglés y otro francés, informan de que retrasos de seis meses en cirugías oncológicas provocan 10.000 muertes al año en Reino Unido. Además, tambien han estimado un incremento del 2 al 5% de la mortalidad en el paciente oncológico por retrasos en el tratamiento», detalla.

La Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) no titubea cuando asegura con total rotundidad que el covid-19 ha provocado «una emergencia en cáncer» en nuestro país. Médica por supuesto, lo confirmarán los datos de los próximos meses de la mortalidad provocada por la enfermedad. Pero también social. «La destrucción de empleo va a afectar al 32% de la población activa con cáncer, que es el problema sociosanitario más importante que tiene España», explican sus fuentes. «La enfermedad le cuesta al país, cada año, 19.300 millones de euros, de los cuales el 45% es asumido por las familias», continúan. ¿Qué ocurre si una buena parte de ese porcentaje se ve afectado por la crisis económica que ya empieza a asomar por detrás de la sanitaria? «El cáncer ya provocaba pobreza en el 25% de la población que lo sufría», lamentan desde la AECC.

«Desde el punto de vista psicológico, hay un 34% de pacientes con cáncer que han desarrollado ansiedad o depresión por el confinamiento, por los aplazamientos del tratamiento, por las cancelaciones del mismo, por la incertidumbre», añaden. La investigación, además, se ha paralizado. «Y eso impide salvar vidas», lamentan.

¿Se puede recuperar el tiempo perdido?

El retraso en el diagnóstico y en el consiguiente tratamiento ha hecho perder un tiempo muy valioso a muchas personas. Por eso cuando reabrieron consultas cerradas durante la primera ola se produjo un «tormento organizativo muy grande», tal y como señala Germán Peces Barba, vicepresidente neumólogo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR). «Desde el mes de mayo que se abrieron las consultas el problema ha sido cómo recuperar la atención a los enfermos más frágiles para hacerles un tratamiento lo más precoz posible», dice. Ya se ha conseguido. Ahora los pacientes de su especialidad acuden a los hospitales con total normalidad. Antes sólo podían seguir con el tratamiento, pero si empeoraban o mejoraban y necesitaban consultarlo con su especialista, era imposible. «Los fármacos se prorrogaron, pero los tratamientos no farmacológicos fueron suspendidos, y eso sí pudo haber influido en la evolución» de la enfermedad, dice el especialista. Ahora hay que medir en qué grado.

Alonso asegura que todo lo que no se pudo atender durante la primera ola, se atenderá ahora. Pero admite que hay tiempo que ya no puede recuperarse. «El problema está en que el retraso diagnóstico o el retraso en cirugías con impacto curativo puede suponer que la enfermedad esté en una situación más avanzada y, por tanto, que una situación curable pase a ser incurable. Aunque se siga atendiendo a ese paciente, evidentemente, no es recuperable la vuelta a esa situación oncológica más favorable», lamenta.

Un papel importante lo tiene la atención primaria. Lo que ocurre es que ahora mismo, insisten sus profesionales, se encuentra en una situación de completo desborde. «La saturación de la atención primaria y otras especialidades implicadas en el inicio del proceso diagnóstico, donde los pacientes consultan por posibles síntomas, tiene un impacto en el retraso diagnóstico», dice Alonso. Peces Barba lo confirma. «A nivel de atención primaria sí estamos escuchando de nuestros compañeros que hay problemas» para atender a las patologías que no son covid.

Sonia acudió en primer lugar a su médico de familia. Y fue el primer escalón que no pudo superar, porque la atención, según denunció su hermana, fue nula. Le ocurrió lo mismo a Lidia, que esperó a su médico de atención primaria desde marzo hasta junio para conocer lo que le ocurría. El caso de Sonia ha llegado hasta la Fiscalía Superior de Castilla y León, que ha acordado incoar diligencias de investigación para analizar lo ocurrido. La familia de Lidia, por su parte, se encuentra recopilando la información de su caso para denunciar.

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