La multinacional alemana Bayer está celebrando este año su 150 aniversario. Siglo y medio en el que la Aspirina ha sido sin duda su cénit, y en el que ha habido otras aportaciones a la mejora del bienestar social. Pero en estos 150 años, Bayer también ha ido acumulando una leyenda negra que de igual forma es parte de su historia, aunque haya querido silenciarla en la celebración.
Las sombras de Bayer en estos 150 años ya de historia van desde lo que pueden ser considerados anecdóticos efectos secundarios de algunos de sus fármacos, a muertes que han requerido de indemnizaciones y acuerdos extrajudiciales multimillonarios, hasta la colaboración con el movimiento nazi de Adolf Hitler, una de las mayores manchas en el currículo de la multinacional. Parte de esta relación quedó plasmada en el libro «La Aspirina: La historia de una droga de maravilla», de Diarmuid Jeffreys, que investigó el patrocinio de Bayer en experimentos nazis.

Por poner un ejemplo ilustrativo, este conglomerado empresarial del que formaba parte Bayer desarrolló Zyklon

El periódico ‘The New York Times’ destapaba en sus páginas que en la década de los 80 una división de la farmacéutica alemana vendió en Asia y América del Sur un bloqueante sanguíneo para hemofílicos que exponía a los enfermos a un riesgo alto de resultar infectados con el VIH, cuando la especialidad farmacéutica ya había sido sustituida por otra más segura en los países occidentales.

No se ha podido cuantificar el número de víctimas mortales asociadas a esta decisión de Bayer, pero sí se constató que se contaban por miles quienes habían consumido este preparado. Sólo en Estados Unidos, miles de hemofílicos fueron contagiados de sida por utilizar productos farmacéuticos contaminados. Aunque las farmacéuticas implicadas nunca han reconocido su culpabilidad, en 1997 Bayer y otras tres multinacionales aceptaron pagar 600 millones de dólares para zanjar quince años de procesos judiciales de hemofílicos que acusaban a la empresa germana de haber comercializado productos peligrosos para la salud.
Como curiosidad, la hemeroteca del diario ‘El País’ recoge al respecto una crónica de su entonces enviado especial a Bonn, Hermann Tertsch: “La mitad de los 6.000 enfermos de hemofilia de la República Federal de Alemania es portadora del virus del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), que les fue transmitido por un fármaco coagulante. La industria farmacéutica alemana se enfrenta ahora a una oleada de demandas de indemnización que podrían alcanzar un volumen de miles de millones de marcos. Una de las compañías farmacéuticas que comercializaron el coagulante Factor VIII, un concentrado de plasma, la Bayer AG, ha visto caer ya rápidamente sus valores en las bolsas alemanas”, relata el 19 de marzo de 1987, poco tiempo antes de la caída del Muro de Berlín.
Lipobay ha sido uno de los principales quebraderos de cabeza de Bayer ya en el siglo XXI. En 2001, cuando la multinacional creía que tenía el fármaco ideal para combatir una de las epidemias de la vida moderna, el colesterol, se encontró con que el uso combinado de medicamentos con cerivastatina y los que tienen gemfibrocilo -un fármaco que sirve para combatir los altos niveles de triglicéridos y protege el corazón- causaba efectos secundarios graves, tales como daños renales y rabdomiólisis (destrucción del tejido muscular que puede ser mortal). Las autoridades de varios países, entre ellos España, emitieron la alerta, y Bayer retiró el fármaco cuando en nuestro país se relacionaba ya con cuatro fallecimientos y con más de una treintena en Estados Unidos. Era la punta del iceberg.
Hubo voces que denunciaron que la retirada de Lipobay no fue tan rápida como se pudiera pensar ante este panorama inicial. Las demandas comenzaban a registrarse en juzgados de todo el mundo y Bayer capeaba un temporal que cada vez se ponía más feo. En los primeros años del nuevo siglo las demandas contra Bayer por Lipobay se fueron acumulando y contando por miles. Al final Bayer se tuvo que rascar bien el bolsillo para llegar a acuerdos extrajudiciales con las las familias de los fallecidos que habían recibido tratamiento con Lipobay.
Aunque la compañía ganó juicios (por ejemplo en Estados Unidos) donde se le exculpaba de las acusaciones sobre Lipobay, lo cierto es que la propia agencia alemana del medicamento dijo que Bayer “había minimizado claramente las contraindicaciones más importantes en sus campañas de publicidad” de este fármaco, según consta en las hemerotecas. Además, la sombra de la duda se quedó instalada sobre Bayer después de que periódicos del prestigio del ‘The New York Times’ recogieran documentos desclasificados aportados por varios abogados que planteaban que los directivos de la multinacional conocían los problemas de Lipobay en 1997, aunque el fármaco no se retiró hasta la primavera de 2001.

En la imagen, una protesta en Buenos Aires, Argentina.
Desde luego, el siglo XXI no está siendo el de mayor esplendor para Bayer, que parece que vive de los réditos de la aspirina. En 2007, cuando los ecos del escándalo de Lipobay aún no habían cesado, a Bayer se le abrió otro frente de consideración: un estudio publicado en ‘The New England Journal of Medicine’ sembraba dudas en torno al Trasylol (aprotinina), un antihemorrágico utilizado en cirugía cardiaca, sugiriendo que aumentaba los problemas renales, los ataques cardiacos y los infartos. John K. Jenkins, de la Agencia Estadounidense del Medicamento –US Food and Drug Administration (FDA)-, señalaba que el organismo regulador “no ha logrado identificar una población de pacientes en la que los beneficios del fármaco superen los riesgos de su consumo”.
El foco mediático se ha vuelto a detener en los últimos años en Bayer por noticias que indican que sus píldoras anticonceptivas Yaz y Yasmin podrían estar relacionadas con muertes por sus efectos secundarios. Son afirmaciones que han aparecido principalmente en Canadá, aunque sin fundamento científico sólido hasta la fecha. Eso sí, cientos de mujeres han demandado ya al gigante germano alegando que han sufrido lesiones al tomar estas presentaciones. Todo a raíz de un estudio del ‘British Medical Journal’ realizado entre mujeres danesas, que evidenció que algunas de las píldoras anticonceptivas más nuevas, las que contienen la progestina anti-androgénica sintética drospirenona, tienen un mayor riesgo de formación de coágulos sanguíneos potencialmente peligrosos.

Bayer llega a los 150 años de vida con poco que celebrar, al menos en cuanto a España se refiere, ya que sus beneficios van claramente a la baja. Cerró 2012 con una facturación de 971 millones de euros a clientes en la región Iberia (España y Portugal), una cifra un 8,4 por ciento menor que la alcanzada en 2011 (1.060 millones de euros). En el caso concreto de nuestro país el descalabro se hace más evidente, ya que la facturación alcanzó los 765 millones de euros, un 9,2 por ciento menos que el año anterior, según ha tenido que reconocer la propia empresa. Tal vez estos datos son consecuencia de esa mala prensa que ha ido acumulando Bayer en estos 150 años. Puede que ya no valga con la popularidad de la Aspirina para competir con la innovación y la investigación y desarrollo de los grandes laboratorios norteamericanos y europeos. Según un reciente estudio de la consultora internacional Booz & Company, Bayer no está entre las 20 empresas que más invierten en innovación, donde sí se sitúan Roche, Pfizer, Novartis (copan el podio), Merck, Johnson & Johnson, GlaxoSmithKline, Sanofi o AstraZeneca.