La Ciencia no se autocorrige.

Uno de los malentendidos mas comunes y populares sobre la ciencia es que es auto-correctiva. Esto implica que ocurre inevitablemente y automáticamente. Pero a pesar de la existencia de innumerables organizaciones e instituciones científicas, no existe un sistema o conjunto de protocolos o jerarquía que rija toda la actividad científica. Nada de la actividad científica es automático o inevitable. La ilusión de la auto-corrección puede remontarse al hecho de que la ciencia seguramente ha progresado a lo largo del tiempo, a una mejor y más profunda comprensión de cómo funciona el mundo, superando y rechazando los errores y malentendidos. Sin embargo, esta corrección de los errores anteriores nunca fue automática; más aun, nunca fue algo seguro. Barber [1] estudió la larga historia de los consensos científicos hegemónicos que se resisten vigorosamente a la corrección. Stent [2] describió el fenómeno del “descubrimiento prematuro” por el cual algunos consensos científicos hegemónicos han impedido la corrección durante décadas – unos 40 años con la visión cuantitativa de Mendel sobre la herencia, alrededor de medio siglo con la visión de Wegener sobre los movimientos continentales.

Barber y Stent se ocuparon de la ciencia moderna, más o menos clásica, que subsistió hasta aproximadamente la mitad del siglo XX, el tipo de ciencia cuyo ethos podía describirse bastante adecuadamente por las Normas Mertonianas [3]; una industria artesanal de empresarios intelectuales independientes, que cooperaban voluntariamente, en gran parte desinteresados, en la que la ciencia era libre de hacer lo suyo, buscando verdades sobre el mundo natural. Los individuos eran libres de publicar sus resultados con poco o ningún impedimento. Había muchas revistas y mucho espacio en ellas, y los editores estaban ansiosos por recibir contribuciones: “Desde mediados del siglo XIX, había más espacio en las revistas que en los artículos. . . los editores asistentes [tenían]. . . la responsabilidad principal. . . de obtener artículos y reseñas que llenen las páginas de la publicación” [4].

La responsabilidad de asegurar que el trabajo publicado fuera sólido recaía en los autores, no había el guante contemporáneo de los “revisores por pares”: “durante la mayor parte de la historia de las revistas científicas, han sido los editores – no los árbitros – quienes han sido los principales responsables de la toma de decisiones y los guardianes. . . Sólo a finales del siglo XX el arbitraje fue rebautizado como “revisión por pares” y adquirió (o readquirió) su connotación moderna de prueba más allá de toda duda razonable. . . Un ngrama de Google – que traza las frecuencias anuales de cualquier frase en los documentos impresos – hace el punto claramente visible: fue en la década de 1970 que el término “revisión por pares” se utilizó ampliamente en Inglés. [ Nosotros] . . . no sabemos aún lo suficiente sobre el porqué la expansión de la investigación científica de la posguerra. . . llevó a. . . la revisión por pares’; [para segidamente] . . .dominar la evaluación de la investigación académica”; [5].

En cambio, hoy en día, cuando la publicación hace carrera y la falta de publicación significa el fracaso de la carrera, las revistas se ven inundadas de envíos al mismo tiempo que los costos se han disparado y las bibliotecas están muy presionadas para satisfacer los deseos de sus clientes por todo lo que se publica. Las revistas se clasifican ahora en función de su prestigio por la pequeña proporción de presentaciones que aceptan, y el “examen por homólogos” está impregnado de conflictos de intereses. La consecuencia general es que las &”revistas más importantes” se ajustan al actual “consenso científico”, de modo que las no ortodoxias, las novedades radicales y las opiniones minoritarias tienen dificultades de ser publicadas. Cuán extremos pueden ser los esfuerzos del “consenso” para suprimir la disidencia, ha sido profusamente documentado en una serie de temas, incluyendo los muy visibles temas del VIH/SIDA y el cambio climático [6, 7, 8]. En los casos en que el consenso necesita una “autocorrección” la comunidad científica se oponen a cualquier corrección automática, fácil o rápida.

Esa situación se agrava enormemente por el hecho de que la corrección hoy en día no es una simple revisión de los puntos de vista dentro de la comunidad científica”. La “ciencia” ha llegado a estar tan entrelazada con cuestiones de gran interés público que las creencias particulares sobre determinadas cuestiones científicas cuentan con grandes grupos de partidarios influyentes fuera de la comunidad científica que tratan activamente de suprimir la disensión del “consenso”. En cuanto al VIH/SIDA, entre los grupos que apoyan el consenso figuran la industria farmacéutica y las organizaciones de activistas apoyadas en gran medida por las empresas farmacéuticas; en cuanto al cambio climático, los ecologistas se han valido de las “emisiones de carbono” como arma en su lucha por la sostenibilidad y la ordenación de la naturaleza.

La ciencia no se autocorrige inevitablemente o automáticamente. Sus organismos oficiales, como la Administración de Alimentos y Medicamentos, los Centros de Control y Prevención de Enfermedades, los Institutos Nacionales de Salud, la Organización Mundial de la Salud, etc, son cautivos del consenso científico contemporáneo y, por lo tanto, incapaces de aprovechar los conocimientos que ofrecen los expertos de las minorías, lo que también ocurre con el sistema de revisión por homólogos y las revistas profesionales.

Incluso cuando se han publicado fraudes descarados o errores honestos demostrados, no hay manera de asegurar que toda la comunidad científica tenga conocimiento de las correcciones o retractaciones subsiguientes, por lo que los errores pueden seguir siendo citados como si fueran conocimientos científicos fiables. Incluso las revistas consideradas como las más fiables (por ejemplo, Nature journals, Cell, Proceedings of the National Academy) dificultan bastante la publicación de retractaciones o correcciones [9], e incluso una retractación completa parece reducir la citación posterior en sólo un tercio, muy lejos de “autocorregir” todo el corpus científico [10].

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[1]    Bernard Barber, “Resistance by scientists to scientific discovery”, Science, 134 (1961) 596–602

[2]    Gunther Stent, “Prematurity and uniqueness in scientific discovery”, Scientific American, December 1972, 84–93

[3]    How science has changed — II. Standards of Truth and of Behavior

[4]    Ray Spier, “The history of the peer-review process”, TRENDS in Biotechnology, 20 (2002) 357-8

[5]    Aileen Fyfe, “Peer review: not as old as you might think”, 25 June 2015

[6]    Henry H. Bauer, The Origin, Persistence and Failings of HIV/AIDS Theory, McFarland, 2007

[7]    Dogmatism in Science and Medicine: How Dominant Theories Monopolize Research and Stifle the Search for Truth, McFarland, 2012

[8]    Science Is Not What You Think: How It Has Changed, Why We Can’t Trust It, How It Can Be Fixed (McFarland 2017)

[9]    “Science is self-correcting” (ed.) Lab Times, 2012. #1: 3

[10]  Mark P. Pfeifer & Gwendolyn L. Snodgrass, “The continued use of retracted, invalid scientific literature”, JAMA, 263 (1990) 1420-3)

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Henry Bauer

https://scimedskeptic.wordpress.com/2018/05/06/science-is-not-self-correcting-how-science-has-changed-vii/

Traducido por Jesus Romero para disiciencia.wordpress

 

FUENTE: https://disiciencia.wordpress.com/2020/03/15/la-ciencia-no-se-autocorrige/

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