Movimiento indígena: sabiduría, fuerza y dignidad que nos redime

No es la primera vez ni será la última en que el movimiento indígena surge de la entraña de sus comunidades para asumir la defensa del país profundo, llenando las carreteras, pueblos y ciudades con su voz creíble y dignificante.

Es la movilización en paz de la gente llana del campo, de nuestros hermanos y hermanas que  con su agricultura de origen milenario no sólo producen los alimentos de más de la mitad de la población nacional, sino que en los momentos más álgidos, alimentan nuestra conciencia y firme convicción de que el Ecuador no es el patio trasero de ninguna potencia, ni propiedad de quienes con su fuerza económica se asumen como predestinados para imponernos su lógica e intereses.

Una vez más la lección de su sabia y firme organización. Al sonar de los caracoles o del cacho andino, se movilizan enormes colectivos en un desfilar sobrio, sin estridencias, pero con la fuerza milenaria que en épocas de paz nos transmite identidad y lecciones sabias sobre el vivir, pero que en los momentos de resistencia ante la injusticia, como hoy, nos ofrece el discurso potente, creíble e inspirador de sus reivindicaciones centenarias.

Los que siendo mestizos hemos tenido la suerte de entender con orgullo la parte indígena de la sangre que corre por nuestras venas, la fortuna de comprender que nuestro espíritu crítico, también tiene en la herencia Andino Americana una fuente nutricia irremplazable, acogemos respetuosamente el derecho bien ganado de los pueblos para repletar calles y plazas de la patria con su proyecto de patria plurinacional e intercultural.

El ejercicio del poder en este siglo envilecido no es tarea fácil. Es una inmensa labor que requiere de hombres y mujeres sabios, de nervios templados, de un profundo compromiso con la vida y la equidad.

EL EJERCICIO DEL PODER EN ESTE SIGLO ENVILECIDO NO ES TAREA FÁCIL. ES UNA INMENSA LABOR QUE REQUIERE DE HOMBRES Y MUJERES SABIOS, DE NERVIOS TEMPLADOS, DE UN PROFUNDO COMPROMISO CON LA VIDA Y LA EQUIDAD.

Las decisiones del poder en escenarios extremos de tensión social son un reto aun más grande. Requieren, además, de un atributo que escasea en las horas más difíciles y que es el coraje para anteponer el interés colectivo y posponer los intereses de grupo, más aun si esos intereses son los de una élite minoritaria, que si bien merece el respeto a su derecho humano de opinar, no así el creer que tiene patente de corso para adueñarse del proyecto de patria de todo el resto y peor de los que pensamos en una patria sustentable, soberana, solidaria y segura para la vida humana y la naturaleza.

En las horas de crisis es cuando más coherencia debe haber entre el discurso y la práctica. Lamentablemente es cuando aparece con toda fuerza la incoherencia de las falsas verdades. Y la escala de las falsas verdades políticas es muy amplia. En el extremo cínico de la mentira política encontramos, por ejemplo,  las declaraciones de líderes del mundo de los poderosos que niegan la destructividad del modelo económico de grandes corporaciones irresponsables  y la hoguera tóxica que han desencadenado en el planeta quienes concentran el monopolio del  extractivismo-minero-petrolero-agroindustrial. Un verdadero holocausto que observamos y medimos los expertos y que se lo niega y esconde para defender los intereses de empresas sin conciencia.

En una escala menor pero igualmente grave, está el daño que nos ocasiona ahora y más en el futuro las falsas verdades que pretenden convencernos de la conveniencia e inevitabilidad de las medidas que se han tomado a nombre de un supuesto bien común, cuando no son otra cosa que un giro de timón peligroso que nos expone a un ciclo reactivado de ese neoliberalismo destructor y sembrador de desigualdad que luchamos por superar.

Aprovechando la cortina de humo de la crisis, se está buscando abrir las puertas a una segunda reactivación del modelo neoliberal. Pongamos esto en perspectiva histórica. En los primeros años del neoliberalismo a la ecuatoriana -versión clásica de los años 90s-, se armó igualmente un plan de demolición de derechos. Recordemos que en esos años fue también la CONAIE con su Inti Raymi que logró amortiguar el golpe y dirigir el debate acerca del modo de vivir. Luego vino la primera reactivación del proyecto neoliberal en la época de neo-productivismo  estado-céntrico de la década anterior. Se propició un decenio boyante de acumulación de capital financiero, inmobiliario y petro-minero, y se concertó una gobernanza redistributiva que capeó la extrema pobreza con bonificaciones y generó un crecimiento de la clase media. Se intentó sin éxito, por fortuna, romper el seguro social universal público. Y el eje político de la gobernanza fue el tratar de quebrar la unidad de fuerzas históricas de la lucha social como los movimientos de trabajadores, indígena, universitario y del magisterio.

Ahora, con las medidas anunciadas el 1 de octubre, se trata de armar una segunda reactivación neoliberal, aprovechando la crisis heredada, empujando pasos más ambiciosos para una gobernanza privada más agresiva. En este giro de timón, se usa un arsenal de nuevas falsas verdades o verdades a medias. Pero en el centro del estratagema codicioso está la muletilla que repite un coro de interesados de que no hay otra salida que las medidas propuestas. Ahora no sería el Estado sino la empresa privada la que supuestamente se brindaría para construir un país justo para todo el mundo. En este tercer ciclo neoliberal vuelve a surgir la sabia voz del movimiento indígena y el efecto protector de su movilización.

No cabe repetir aquí los valiosos estudios que ponen al descubierto los verdaderos beneficiarios de las medidas. La eliminación del subsidio a los combustibles, por ejemplo, si bien tal como está planteado constituye una seria amenaza en sí mismo, es aquí también un caballo de Troya o digámoslo una punta de lanza neoliberal. Circunscribirnos a su debate ha contribuido a opacar otros análisis más importantes como el la privatización oculta del Seguro Social al entregar a empresas privadas los fondos de jubilación, el desmantelamiento de derechos laborales y más.

Siendo coherentes con la historia y con la urgente necesidad de resistir ahora nuevamente a la tercera oleada neoliberal, abramos las puertas y acojamos la importancia real y simbólica de la movilización de los hermanos de la CONAIE. Hagámoslo en paz, armados de los contundentes argumentos de la ciencia y de la experiencia de la lucha social, en eventos consistentes a los que hay que proteger de los actos de provocación que distorsionan la legítima lucha de nuestro pueblo.

El país de los pequeños, el país de las mujeres valientes que se han movilizado en estos días, el país de los que no tienen rabo de paja para hacer valer sus convicciones, debe hacer conocer al mundo su decisión de frenar con firmeza y en paz los intentos por descarrilar nuestro futuro.

 

 

FUENTE: https://www.planv.com.ec/ideas/ideas/movimiento-indigena-sabiduria-fuerza-y-dignidad-que-nos-redime

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