25 años de Mandela vs industria farmacéutica

Mário André Macedo
Enfermero Especialista en Salud Infantil y Pediátrica

El mes de febrero está estrechamente relacionado con dos momentos decisivos en la vida y el legado de Nelson Mandela. El 11 de febrero de 1990, después de 27 años de prisión en la Sudáfrica del apartheid, Mandela finalmente fue liberado. Finalmente, Sudáfrica logró las condiciones necesarias para emprender un camino de reconciliación, igualdad y libertad.

En febrero de 1998, en un proceso ahora menos conocido, Mandela y el segundo mes del año vuelven a estar vinculados para siempre. Precisamente hace 25 años, el presidente sudafricano se enfrentó a las 35 compañías farmacéuticas más grandes del mundo, y al igual que la lucha contra el inicuo régimen del apartheid, fue Mandela quien ganó.

Durante años, la industria farmacéutica ha estado presionando para detener los medicamentos genéricos. El objetivo era que incluso después de la finalización de la patente, la producción del fármaco siguiera siendo exclusiva de la empresa, no siendo posibles alternativas más económicas. En 1994, liderados por Pfizer, lograron convencer a la administración estadounidense para que incluyera en el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio, ADPIC en inglés, cláusulas que atendieran los reclamos de la industria.

Este acuerdo fue devastador, no solo para los países del sur global, sino también para países como el nuestro, donde los recursos sanitarios son escasos. En 1998, el costo de los medicamentos para el VIH oscilaba entre $1,100 y $10,000 por persona/año. A modo de comparación, hoy en día en EE. UU., el costo de este medicamento varía entre 21.600 y 54.000 dólares por persona/año.

Esta fue la época en que el VIH cobró más víctimas en el país. Cerca de mil personas morían al día, con cinco millones de infectados, lo que en ese momento representaba alrededor de 1 de cada 8 sudafricanos. Sería totalmente irreal controlar la pandemia del VIH sin acceso a alternativas genéricas de menor costo.

De esta forma, el gobierno encabezado por Mandela emitió licencias obligatorias para permitir la producción de medicamentos genéricos contra el VIH. Este desarrollo ha permitido al país hacer frente a la enorme crisis de salud pública. Inspirado por esta acción, Brasil amenazó con hacer lo mismo, pero se retractó cuando la industria se comprometió a bajar significativamente el precio del medicamento.

Con el respaldo de los EE. UU. y la Comisión Europea, 39 importantes compañías farmacéuticas llevaron al estado sudafricano a los tribunales. Querían que terminara la licencia obligatoria y tener derecho a una compensación. Mandela dijo que “la salud no puede ser una cuestión de ingresos. Es un derecho humano fundamental”. Fiel a sus palabras, se involucró directamente en la lucha legal, vistiendo camisetas que decían “VIH Positivo”, o realizando diversas intervenciones en defensa de los ciudadanos sudafricanos.

El caso resultó ser un tiro en el pie de la industria. Mandela y su equipo pudieron exponer las fallas del sistema, a saber, cómo el Sur Global fue excluido del acceso a medicamentos, o cómo la salud y la vida de las personas sin recursos no podían ser secundarias a las ganancias de los accionistas. El caso se conoció como “39 farmacéuticas contra Mandela”, tuvo amplia publicidad en Occidente y la participación de varios grupos de activistas a favor de los sudafricanos. En algunas ciudades europeas y estadounidenses se organizaron manifestaciones a favor de Mandela. En 2001 la industria se dio por vencida, Mandela y los pacientes con VIH obtuvieron una importante victoria, que inspiró a países como Brasil, Ecuador o Tailandia a cambiar sus leyes para permitir un acceso más rápido a los medicamentos genéricos.

Aproximadamente 25 años después de este episodio, que marcó la relación entre la propiedad industrial y el derecho a la salud, asistimos nuevamente a un debate similar. Las vacunas contra el Covid-19, a pesar de estar apalancadas con inversión pública, no vieron suspendidas sus patentes, ni siquiera durante el pico de la pandemia. La OMS pidió esta suspensión para permitir la producción descentralizada de vacunas. Esto habría permitido incrementar la producción de este bien y llegar más rápidamente a quienes lo necesitan. Los recursos para combatir un problema global deben ser igualmente globales y universales. Disponible y accesible para quienes lo necesitan y se benefician de él. Una pandemia, ya sea VIH o Sars-Cov-2, requiere un enfoque global. El nacionalismo de las vacunas, y la priorización de las ganancias sobre la salud, es perjudicial para todos nosotros.

“Siempre parece imposible hasta que se hace”, dijo Mandela. Hoy nos parece imposible hasta que lo hacemos. Inspirándonos en la última victoria de Mandela, construyamos una nueva arquitectura de salud global que no deje a nadie atrás.

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