ESPAÑA: Simón, el amortizado hombre del tiempo pandémico

NOTA de la redacción de la Red de Medicamentos: enviamos aquí una nota que demuestra como la responsabilidad siempre se descarga en los/as trabajadores/as de salud y en la población antes que en los funcionarios que efectivamente la tienen

Lleva mucho tiempo Fernando Simón* contándonos las novedades de la epidemia en España exactamente igual que lo haría el hombre del tiempo. Su tocayo y difunto Fernando Medina lo haría igual; eso sí, con menos risitas. Hoy ha llovido aquí, ha hecho viento allí y ha granizado más allá. Esto no es casual. Es una premeditada manera de hacernos ver que la epidemia era y, sobre todo, sigue siendo, imprevisible. Nadie se esperaba esto, nada hacía prever; en definitiva, no se podía saber. El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias nunca nos alertó de nada. Todo lo contrario: «España no va a tener como mucho más allá de algún caso diagnosticado«. Es decir, la pandemia es una especie de fenómeno meteorológico del todo incontrolable ante el que no se puede hacer nada más que salir ante las cámaras a describirlo día si día también como haría el hombre del tiempo. Además, nos ha tenido entretenidos con cosas como: mascarillas sí, mascarillas no; PCR en aeropuertos sí, PCR en aeropuertos no; aerosoles sí, aerosoles no; segunda ola sí, segunda ola no; etc. Mientras tanto, el agua de la olla se iba poco a poco calentando y nosotros, cuando nos hemos querido dar cuenta, ya estábamos, como la rana, abrasados de coronavirus.

Sin necesidad, se ha metido Simón en charcos diversos sin venir a cuento, desde el surrealista susurro «me voy a meter el dedo en la nariz» hasta el chiste malo de las «enfermeras infecciosas». El último charco en el que se ha metido el campechano Simón ha sido ante una pregunta sobre la proporción de sanitarios infectados en esta segunda ola en su comparecencia del pasado jueves (aquí). El periodista pregunta acerca del papel que podría desempeñar la mayor disposición de material de protección a la hora de la explicar la menor proporción de contagios entre sanitarios en esta segunda ola.

Simón, en vez de reconocer lo evidente: más sanitarios infectados cuando no se disponía de suficiente material de protección (primera ola) y menos cuando sí se dispone del mismo (segunda ola), empezó a desgranar otros motivos que se le pasaron por la cabeza. Y no se le ocurrió otra cosa que decir que el mejor comportamiento de los sanitarios fuera de su trabajo en esta segunda ola está haciendo que se introduzca menos el virus en el ámbito laboral. Esta impresentable ocurrencia muestra, junto con el resto de su respuesta, que todavía Simón no tiene muy claro qué significa una infección nosocomial. Peor que esto, es el mensaje que se manda: si en la primera ola hubo más infectados (sanitarios y no sanitarios) que ahora es porque entonces el comportamiento de los sanitarios fue inadecuado, introduciendo el virus en los centros sanitarios contagiando a compañeros y a pacientes. Una muestra de mezquina empatía con quienes se jugaron el tipo en las trincheras del sistema sanitario durante aquellas terribles semanas sin la protección adecuada.

Fernando Simón debería saber que si algún colectivo en España tenía claro desde el principio los graves estragos que podía llegar a causar el virus en una persona, ese colectivo era el de los sanitarios. Quien de nosotros no lo tuviera claro, pronto lo pudo ver con sus propios ojos. Por ello, este colectivo fue probablemente el primero en cambiar de comportamiento tanto dentro como fuera del trabajo para no infectarse, para no llevar el virus a sus familias ni para llevarlo de sus familias al centro sanitario. Algunos se cambiaron de domicilio para no contagiar a convivientes de riesgo, algunos dejaron de dormir con su pareja y se cambiaron a otra habitación, dejaron de abrazar a sus hijos, a sus padres, etc. Hay que recordar que todo el país estaba cerrado y que uno, o estaba en su casa o estaba currando, no había otro sitio para estar. No como ahora, que se puede salir a la calle, pasear y, en algunos sitios, hasta ir al cine y tomarse cervezas, comer o cenar en bares y restaurantes. Por lo visto, durante la primera ola los sanitarios, según Simón, nos dedicamos a celebrar Covid Partys en nuestro tiempo libre para luego infectar a diestro y siniestro. Impresentable, vergonzoso, indignante.

Muchos sanitarios se infectaron en la primera ola. La prevalencia de infección entonces en los sanitarios fue, al menos, el doble que en la población general. Muchos sanitarios en activo fallecieron tras contagiarse y entre los sanitarios en activo muertos en la sanidad pública predominaron los médicos.

Desde el primer minuto se suspendieron en los centros sanitarios reuniones, sesiones, cursos, etc. presenciales y todo lo que se pudo hacer on-line se hizo. También desde el primer minuto se establecieron circuitos y zonas de ingreso diferenciados para pacientes covid y no covid en las urgencias, plantas y UCIs de los hospitales. Desde el primer día del confinamiento, concretamente desde el 16 de marzo, se priorizó en los centros de salud la consulta telefónica. Un mal menor necesario pues la típica e indignante masificación de los mismos los hubiera convertido, de no haber actuado así, en focos de contagio masivo entre pacientes no precisamente sanos. Ahora sabemos, sin duda, que llegaron a serlo durante febrero y la primera quincena de marzo. La prueba es que los médicos de familia de los centros de salud fueron los primeros médicos en activo en fallecer (y, por tanto en enfermar) por covid (aquí) y, proporcionalmente, los que más murieron: los médicos de familia de los centros de salud son menos de la cuarta parte del total de médicos de la sanidad pública pero significaron más de la mitad de los médicos en activo muertos por covid en la primera ola (aquí).

Si como afirma Simón, la prevalencia de infección ahora mismo en los sanitarios es la misma que en la población general, probablemente se deba a que ahora, de momento, se añade poco riesgo de contagio asociado al ámbito laboral por disponer de adecuados dispositivos de protección, inadecuados o simplemente ausentes durante la primara ola. Quizá merezca la pena recordarle a Simón este vídeo que el The New York Times publicó en el pico de la primera ola.

A Fernando Simón hay que reconocerle el mérito de dar la cara por otros durante meses, día tras día, algo que pocos serían capaces de hacer sin producir rechazo manifiesto entre el público general. Un chollo de paragolpes. Pero más allá de eso, Fernando Simón está ya de sobra, amortizado totalmente. La factoría Redondo haría bien en ir pensando en su relevo.

* Fernando Simón Soria es un médico epidemiólogo español, director desde 2012 del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, conocido por su actuación

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