Cada año la hepatitis C mata a medio millon sin necesidad (Half a million killed needlessly each year by hepatitis C) 

Ética y Derecho

Conducta de la Industria
Hagop Kantarjian
Houston Chronicle, 25 de noviembre de 2017
http://www.houstonchronicle.com/opinion/outlook/article/Kantarjian-Half-a-million-killed-needlessly-each-12383351.php
Traducido por Salud y Fármacos

No permita que las compañías farmacéuticas y sus cabilderos impidan la disponibilidad de medicamentos más baratos.

Se estima que a nivel global entre 70 y 200 millones de personas tienen hepatitis C. El número de personas que se infectan cada año varía de 1.750.000 a 11 millones. En EE UU, 3,500.000 personas tienen hepatitis C, causando de 20.000 a 40.000 muertes cada año. Lo sorprendente es que la hepatitis C es curable. Al menos seis compañías farmacéuticas han desarrollado tratamientos curativos que están disponibles. En pocas palabras, los medicamentos que curan la hepatitis C pueden salvar medio millón de vidas cada año, pero no son accesibles ni asequibles.

La hepatitis C es un virus que se suele transmitir por la exposición a agujas contaminadas o, antes de 1992, por transfusiones de sangre. Causa la muerte de 350.000 a 500.000 individuos cada año por complicaciones tales como cáncer de hígado (50.000 a 200.000 casos) y cirrosis hepática (120.000 a 325.000 casos). ¿Es esta tragedia de los servicios de salud un “genocidio médico”?

El genocidio es una combinación de una palabra griega “genos” (nacimiento / género / género / raza) y una palabra latina “-cide” (asesinato / homicidio / masacre). Se refiere a los actos cometidos con la intención de destruir a grupos con características particulares (nacionalidad, étnia, raza, religión, nivel económico u otros). La Convención de Genocidio de las Naciones Unidas no reconoce el “genocidio médico”, pero la historia está repleta de actos cometidos con la intención de destruir a un grupo con problemas médicos específicos (discapacidades genéticas, discapacidades médicas, bajo coeficiente de inteligencia). En este caso, las personas con hepatitis C son un grupo grande y bien definido con una enfermedad mortal; hay tratamientos pero a precios exorbitantes; la suspensión de la terapia por especulación económica está causando la muerte de medio millón de personas cada año, es decir se puede considerar como genocidio médico.

Sofosbuvir es un medicamento altamente efectivo contra la hepatitis C y su precio de lista está entre US$90.000 y US$100.000 por tratamiento. El medicamento fue aprobado por la FDA en 2014. Después de solo 27 meses en el mercado, había generado unos US$36.000 millones en ingresos para su propietario, la compañía biofarmacéutica Gilead, superando con creces el costo de investigación y desarrollo, que probable era inferior a US$500 millones.

En la India y en otros países, las formas genéricas de sofosbuvir cuestan entre US$200 y US$500 por tratamiento completo. El costo de producción del medicamento es bajo, menos de US$100. Se pueden generar buenos beneficios con la penetración más profunda de un tratamiento asequible en lugar de recurrir a la especulación. En EE UU, si Gilead y las autoridades de salud (con el objetivo de erradicar la hepatitis C) acordaran incluso un precio alto de US$5.000 por un tratamiento completo, las ganancias inmediatas para Gilead serían de US$15.000 millones para Gilead, que podrían reinvertirse en otras actividades rentables.

Gilead “haría algo buneo y le iría bien”. Hay muchos factores de influyen en las diferencias del precio de sofosbuvir en diversos países. El precio es más alto en EE UU, a pesar de que el medicamento se desarrolló aquí con el dinero de los contribuyentes. Nuestros representantes electos afirman que “ningún estadounidense morirá por falta de acceso a la atención médica”, pero más de 20.000 estadounidenses mueren cada año solo por esta enfermedad.

¿Cómo podemos prevenir la muerte por hepatitis C? Una posibilidad es la aplicación de una ley poco conocida que permite al gobierno de EE UU comprar un medicamento a un costo razonable para abordar una crisis de atención médica, como la hepatitis C. La ley se usó en los años 60 y 70 para comprar varios medicamentos a un costo más bajo. Sin embargo, más recientemente, el creciente poder de la industria farmacéutica y sus lobbies ha evitado intentos similares.

Otra posibilidad implica lo que comúnmente se conoce como “los derechos de marcha” (march-in rights) que la ley Bayh-Dole Act de 1980 otorga al gobierno. Esta ley permite que el gobierno federal se adueñe de una licencia cuando los propietarios de la patente han recibido fondos federales para su investigación. Pueden ejercer ese derecho cuando existe una amenaza para la seguridad pública (como claramente ocurre con la hepatitis C) que el titular de la patente no puede manejar. En este caso, las compañías farmacéuticas representan una amenaza para el pueblo estadounidense estableciendo altos precios de los medicamentos, evitando la erradicación de una enfermedad curable.

Lo que también es vergonzoso es la parálisis de nuestra nación y del mundo cuando se enfrentan a la poderosa industria farmacéutica y a sus grupos de presión, dejando que mueran hasta medio millón de personas en todo el mundo anualmente. Esto también permite que persista una situación en que la hepatitis C infecta cada año a a más personas que las que se curan con los medicamentos. En 2015, el número de personas que habían recibido traramiento para la hepatitis C era de 5,500.000, pero solo medio millón había recibido los medicamentos nuevos conocidos como “antivirales de acción directa”. ¿Podría ser que la industria farmacéutica estuviera estableciendo las condiciones que le permitan tener una fuente indefinida de ganancias?

Un aspecto menos discutido de este tema es la responsabilidad de las personas que conocen la situación, pero permanecen en silencio, incluyendo los reguladores y médicos estadounidenses e internacionales a quienes se les confía la vida de los pacientes con hepatitis C. Nos hemos convertido en participantes pasivos del genocidio médico continuo de pacientes con esta temible enfermedad perpetrada por una industria farmacéutica que no está dispuesta a “hacer el bien mientras le va bien” y a negar tratamientos curativos en aras de una especulación despiadada.

Kantarjian es presidente del Departamento de Leucemia del MD Anderson Cancer Center de la Universidad de Texas y becario especial del Instituto Baker para Políticas de Salud en Rice University. Una versión ampliada de este editorial será publicada en la revista Cancer.

creado el 10 de Febrero de 2018

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