¿Hacerse análisis frecuentemente y lo más completos posibles sirve para mejorar la calidad de vida?

Ariel Izcovich, Carlos González Malla, Juan Criniti, Federico Popoff, Martín M. Díaz Maffini, Matías Manzotti y Hugo Catalano

La realización de exámenes periódicos a personas sanas y sin dolencias no garantiza en todos los casos una mejor prevención de las enfermedades y puede resultar en complicaciones.

Los chequeos médicos o exámenes periódicos de salud (conocidos como EPS) suelen incluir múltiples análisis (de laboratorio, radiografías y otros más complejos o invasivos, como por ejemplo biopsias) a personas que no se sienten enfermas con el objetivo de identificar enfermedades en estadios tempranos, prevenir el desarrollo de enfermedades o, simplemente, como reaseguro. Intuitivamente los EPS parecen una buena idea y se promocionan, habitualmente, como lo importante de la “medicina preventiva”.

Sin embargo, resultados de múltiples estudios científicos (que pueden consultarse acá), en los que se evaluó la efectividad de distintas estrategias de búsqueda de enfermedades en pacientes sanos, sugieren que realizar estudios médicos a estas personas puede, frecuentemente, generar más perjuicios que beneficios.

Los daños que pueden devenir de estas prácticas pueden ser directos, por ejemplo, la irradiación a la que el paciente se expone cuando se realiza una radiografía de tórax, o indirectos, por ejemplo la angustia asociada con un resultado falso positivo de una mamografía o las consecuencias de un tratamiento agresivo (cirugía, hormonas, quimioterapia) innecesario para un cáncer de próstata indolente que nunca hubiese generado molestias al paciente.

La idea de que cuanto más “frecuentes” y “completos” sean los chequeos médicos mejor le irá a las personas está instalada en la opinión pública y es promovida desde los medios de comunicación.

La mejor forma de comprobar si esto es cierto es mediante la realización de estudios científicos que comparen a personas sanas que realizan programas de EPS con controles frecuentes y estructurados con otras personas sanas controladas en forma convencional por sus médicos(consultas sin una frecuencia establecida y con estudios que surgen de lo manifestado por el paciente al médico).

Una revisión exhaustiva de la literatura científica identificó 14 de estos estudios, que en total incluyeron a más de 180.000 personas. La gran mayoría comparó programas de EPS anual en los que se solicitaba una batería de estudios en forma indiscriminada versus cuidado habitual en el que los pacientes concurrieron a la consulta médica en forma esporádica y los estudios fueron solicitados según la consideración del médico.

Los resultados indican que estos programas no sirven para disminuir la mortalidad en general, ni la mortalidad por cáncer, ni la mortalidad de causa cardiovascular, ni la cantidad de hospitalizaciones, ni la discapacidad, ni la sensación de preocupación por la salud, ni el ausentismo laboral.

Sin embargo, debe tenerse en cuenta que, por distintos aspectos técnicos (ver acá), existe la posibilidad de que los resultados observados no reflejen adecuadamente la realidad y que los EPS frecuentes sí resulten en beneficios. El más relevante de estos aspectos es que la mayoría de los estudios mencionados fueron realizados hace 20 años o más y las herramientas disponibles hoy en día podrían ser más efectivas que entonces. Sin embargo, el más reciente de los 14 estudios, publicado en 2011, tampoco mostró beneficios en cuanto a disminución de muerte cardiovascular, incidencia de Infartos de miocardio o accidentes cerebrovasculares.

A pesar de que el EPS anual a personas sin enfermedades ni padecimientos parece razonable y es ampliamente utilizado, no existen pruebas científicas que hayan demostrado que se asocie a beneficio alguno.  Pero esta información debe ser interpretada con cautela ya que: 1) algunas de la intervenciones que se realizan en los exámenes periódicos de salud han demostrado beneficios contundentes por sí mismas, como por ejemplo, el rastreo de cáncer de cuello uterino por técnica de Papanicolaou. 2) Aunque con menor frecuencia, las personas que no realizaron EPS anual en los estudios mencionados también consultaron y fueron evaluados por sus respectivos médicos.

La pregunta sería entonces si los EPS deben ser frecuentes y estructurados o pueden ser más esporádicos y adaptados a las necesidades de cada individuo. En este contexto cobran fundamental importancia los valores y preferencias de las personas que siempre deben ser considerados cuando se toman decisiones médicas, especialmente en situaciones en las que los beneficios de las intervenciones propuestas son dudosos o están balanceados con los riesgos.

El proceso de toma de decisiones compartidas (médico y paciente) no es sencillo e implica que los pacientes comprendan con claridad cuáles son los potenciales beneficios y riesgos de las intervenciones que se les plantean. En este sentido y en relación al EPS, aquellos pacientes que pongan un peso muy grande sobre la posibilidad, no confirmada, de disminuir el riesgo de enfermedades graves por sobre las molestias ocasionadas por el EPS y los potenciales riesgos asociados a resultados falsos o el diagnóstico de enfermedades indolentes elegirán concurrir periódica y frecuentemente a su médico de cabecera y preferirán someterse a estudios diagnósticos de rastreo de dudosa efectividad; mientras que aquellos que antepongan las molestias y los riesgos por sobre los no comprobados beneficios elegirán visitar a su médico en forma esporádica por consultas puntuales y preferirán someterse a estudios de rastreo que claramente hayan demostrado ser efectivos.

Estas preferencias y consideraciones solo pueden ser tenidas en cuenta en el marco de entrevistas en las que tanto médicos como pacientes estén abiertos a discutir y diseñar las estrategias de estudio más convenientes para cada individuo, y difícilmente puedan ser contempladas en el marco de programas estructurados de EPS en los que los pacientes reciben una lista de estudios que deben realizarse en base, en el mejor de los casos, a sus características particulares.

Este problema no es nuevo ni local, existen en el mundo varias entidades que responden en general a los Gobiernos o bien a sociedades científicas que se encargan de evaluar cuál es la evidencia científica disponible para recomendar las prácticas a realizar en la población sana, algunos ejemplos son: Canadian Task Force for Preventive Health Care o la US Preventive Services Task Force. Estas entidades elaboran guías de práctica clínica para ayudar tanto a los profesionales de la salud como a los pacientes a tomar decisiones con respecto a prácticas preventivas.

Recomendamos los siguientes enlaces a aquellos interesados en profundizar conocimientos relacionados con los potenciales daños del accionar médico y con la toma de decisiones compartidas entre médicos y pacientes:

http://www.amf-semfyc.com/web/article_ver.php?id=994
http://www.nogracias.eu/2014/03/29/evitar-el-dano-causado-por-la-medicina-de-la-prevencion-cuaternaria-a-la-quinaria/
http://www.scielo.org.ar/pdf/medba/v73n2/v73n2a18.pdf
http://es.testingtreatments.org/2013/03/25/toma-de-decisiones-compartida/
http://www.scielo.org.pe/scielo.php?pid=S1726-46342014000100016&script=sci_arttext

 

Acá puede verse el documento técnico con los cuadros comparativos. Este chequeo fue realizado de acuerdo a la metodología de Chequeado Cienci

o.

Fuente: http://chequeado.com/mitos-y-enganos/hacerse-analisis-frecuentemente-y-lo-mas-completos-posibles-sirve-para-prolongar-y-mejorar-la-calidad-de-vida%E2%80%A8/

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