¡Cómo se deben reír los CEOs de las farmacéuticas! Falsedades, “expertos comprados” y gobiernos que aceptan la corrupción de la ciencia

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Texto impactante de un antiguo jefe del grupo asesor de medicamentos psiquiátricos de la FDA norteamericana (cuando ya está jubilado, claro). Aunque parece un arrepentimiento tardío, sabe de lo que habla.

El autor exige que los gobiernos dejen de permitir la corrupción con los ensayos clínicos, especialmente con la comunicación de sus resultados en las revistas científicas y foros profesionales.

Se pregunta: Si los gobiernos persiguen la adulteración de medicamentos ¿por qué se permiten que se adulteren los artículos científicos que hablan de esos medicamentos?

Hay una desconexión entre el proceso de aprobación de medicamentos de las agencias reguladoras (FDA, EMA) y los artículos que vemos en las revistas médicas. Las corporaciones farmacéuticas explotan esta brecha que les permite impunemente generar análisis adulterados al servicio de sus productos y publicarlos en las revistas científicas sin que ninguna instancia gubernamental haga nada.

Este ex-alto cargo de la FDA sugiere que es necesario un nuevo mecanismo para solucionar el problema: el análisis independiente de los datos de los ensayos clínicos.

La cuestión es que las agencias reguladoras, durante el proceso de aprobación de los medicamentos, ocasionalmente realizan análisis independientes de los datos presentados por las farmacéuticas y llegan a identificar algunos fraudes  y conductas delictivas graves. Sin embargo, esa información no es compartida con la comunidad científica.

En un artículo reciente escrito por un periodista norteamericano y publicado en el JAMA of Internal Medicine titulado “Research misconduct identified by the US Food and Drug Administration: out of sight, out of mind, out of the peer-reviewed literature“, se intenta saber si los fraudes científicos encontrado por la FDA entre los años 1998 y 2013 (solo se revisaron documentos públicos) fueron posteriormente puestos en comunicación de la comunidad científica.

Durante estos años, los técnicos de la FDA notificaron fraudes significativos en relación con falsificación de datos (22 ensayos clínicos; 39% del total); problemas en la notificación de efectos adversos (14 ensayos; 25%);  violaciones del protocolo de investigación (42 ensayos; 74%); registros inadecuados o incorrectos (35 ensayos; 61%);  problemas en la supervisión o el consentimiento informado (20 ensayos; 35%); violaciones sin otra especificación (30 ensayos; 53%).

Pues bien. Sólo 3 de las 78 publicaciones (4%) relacionadas con los ensayos clínicos en los que la FDA encontró fraude significativo mencionan los hallazgos de las inspecciones de la agencia reguladora. No se encuentran tampoco correcciones, retracciones, expresiones de preocupación u otros comentarios publicados posteriormente.

Es decir, de cara a la comunidad científica, para los médicos que finalmente utilizarán los medicamentos con los pacientes y que han leído confiadamente los artículos científicos que determinan su práctica, estos fraudes -algunos tan graves como la falsificación de datos o no notificación de efectos adversos- quedan impunes, permanecen desconocidos y, por tanto, sesgan gravemente sus decisiones a favor de la utilización de los fármacos.

El Dr. Carrol expone un caso que se ha conocido, como siempre, gracias a que ha habido una vista judicial que ha permitido el acceso a toda la información. Este caso ha sido recientemente analizado en un artículo titulado “The citalopram CIT-MD-18 pediatric depression trial: Deconstruction of medical ghostwriting, data mischaracterisation and academic malfeasance“.

El citalopram es un antidepresivo utilizado ampliamente con adultos pero sin datos sobre su seguridad en niños y adolescentes. El laboratorio dueño de la patente, Forest Laboratories, realizó un ensayo clínico con adolescentes que se terminó en el 2002 y publicado en el American Journal of Psychiatry en 2004. La FDA no aceptó que los datos de este ensayo clínico permitieran su utilización segura en niños y adolescentes y no permitió la inclusión en ficha técnica de la indicación.

Ahora se ha sabido que el artículo que informó del ensayo clínico tenía graves deficiencias y falsedades: la principal es que los datos reales afirmaban que el citalopram no era mejor que el placebo pero el artículo concluyó que sí lo era; además se “aderezaron” los efectos adversos.

La publicación tuvo tan amplia repercusión que se encuentra todavía entre el 5% de artículos científicos más citados desde 2004. Esta difusión llevó consigo su amplia utilización en niños y adolescente, primero del citapopram y después de su enantiómero (un me-too equivalente), el esciotalopram, que la compañía comercializó tras caducar la patente del citalopram). Entre 2005 y 2010 se ha tratado con escitalopram en EE.UU a más de 750.000 pacientes menores de 17 años (160.000 menores de 12 años) basándose en un artículo fraudulento y a pesar de que la FDA sigue mostrando dudas sobre la seguridad de su utilización en menores.

Gracias a que se han conocido los informes internos de la compañía, podemos observar el despliegue perverso de sus directores: utilización de un autor fantasma a sueldo de la compañía tanto para el protocolo de investigación como para el manuscrito que estaba escrito antes de “elegir” a los tres académicos colaboradores que acabaron firmando el artículo; hay otras formas de fraude científico dirigidos a sobreestimar los efectos positivos e infraestimar los negativos (manipulación del protocolo de investigación, cambios “post hoc” de las variables utilizadas como resultados, manipulación de los efectos adversos, etc..)

El Dr. Carroll habla clarito en su texto:

“El juego de manos para que el fracaso parezca eficacia y que afecta a los niños más pequeños es especialmente deplorable. Los informes internos conocidos dan una idea clara de la manipulación corporativa del proceso de publicación científica. Ahora sabemos lo malo que el sesgo en un artículo científico puede ser. Este tipo de manipulación de datos, especialmente el “cherry picking” y “mover los postes de la portería”, es inaceptable, pero está muy arraigada. De hecho, es lo de siempre; pero la FDA mira hacia otro lado.”

Propone este antiguo alto colaborador de la FDA una solución que ve obvia:

“Nuestra principal defensa contra tales perversiones es la publicación prospectiva tanto del protocolo de investigación como del de análisis estadístico. Además, necesitamos análisis independientes de los ensayos clínicos porque no podemos confiar en los análisis empresariales.”

¿Quién debe asumir esa responsabilidad? ¿Por qué no las agencias reguladoras? Después de todo, son los únicos que ven todos los datos. La propuesta concreta del Dr. Carroll es que los gobiernos obliguen a las agencias reguladoras a analizar todos los datos de los ensayos clínicos y hacerlo estrictamente de acuerdo con los protocolos  y planes de análisis registrados. Las corporaciones y los investigadores deben tener prohibida la publicación de sus propios análisis estadísticos sin supervisión de las agencias reguladoras.

Hay dos buenas razones para prohibir el análisis corporativo de los datos de ensayos clínicos:

1- En primer lugar, como el presente ejemplo ilustra, el conflicto de intereses inherente es simplemente demasiado grandes para ser ignorado.

2- En segundo lugar, no existe ninguna justificación para tratar la producción de publicaciones influyentes en revistas médicas de forma diferente a como tratamos los procesos industriales de fabricación de fármacos. La FDA, por ejemplo, inspecciona las instalaciones de producción buscando evidencias de adulteración física, incluso en países tan lejanos como China:

“Ahora necesitamos”, afirma Carroll, “que la FDA controle la adulteración de los informes de los ensayos clínicos en revistas médicas. Los daños de los análisis adulterados pueden ser tan graves como los daños de los productos adulterados.”

3- En tercer lugar (y esto es nuestro) es evitar las carcajadas de los CEOS de las farmacéuticas: ¡qué bien se lo deben pasar con tanta ineptitud de los gobiernos, tanto experto comprado y tanta corrupción científica!

El Dr. Carroll sabe que las resistencias de la industria serán gigantescas pero, simplemente, “la salud es demasiado importante” dice. Intentarán proteger sus fraudes aludiendo derechos constitucionales:

“Del mismo modo que nadie tiene derecho según la Primera Enmienda (la que regula en la Constitución de EE.UU la libertad de expresión y prensa) a gritar fuego en un teatro lleno de gente, tampoco las empresas tienen derecho a decir que un medicamento es seguro y eficaz cuando se sabe que no lo es. Esto es una traición a los pacientes.”

Según Carroll, las empresas prefieren seguir reclamando las inútiles revisiones por pares:

“Por desgracia, no es una barrera para el sesgo corporativo dominante debido a que los revisores de las revistas médicas no ven todos los datos reales: ven sólo los datos que la empresa quiere que vean. Sólo las agencias reguladoras ven todos los datos.”

Por otra parte, las revistas médicas también están sujetas al sesgo y a los conflictos de intereses. La editora asociada del American Journal of Psychiatry en 2004 trabajaba como líder de opinión clave de Forest Laboratories en EE.UU y, según los informes conocidos vía judicial, jugó un papel decisivo en la aceptación del artículo en la revista.

No es tiempo de viejas soluciones. El mundo de los ensayos clínicos, que una vez fue idealista, ha cambiado de manera irreversible en los últimos 30 años:

“En el transcurso del tiempo, las acciones coordinadas de la industria, los gobiernos y la comunidad de investigación biomédica han degradado las reglas básicas de la ciencia empírica. Haríamos bien en reconocer este hecho, y aceptar que hay que renunciar a la ilusión de que el propósito principal de la investigación médica moderna es mejorar la salud de los pacientes. En nuestra opinión, el objetivo principal de la investigación clínica comercial es maximizar la rentabilidad financiera de la inversión, no la salud”.

“Cuando las empresas están involucradas”, sigue Carroll, “no hay ningún manera de seguir creyendo en el mito de científicos y clínicos nobles y desapasionados en busca de la verdad cuando participan en los ensayos clínicos. Se acabó. Sería mejor aceptar que los artículos corporativos en revistas médicas no son otra cosa que mensajes de marketing cuyas vergüenzas se tapan con las hojas de parra de las firmas de autores académicos comprados y de la revisión por pares.”

“No tiene sentido esperar que las empresas y los líderes de opinión  académicos repentinamente decidan reformar su comportamiento sesgado y lleno de conflictos de interés. Sólo un cambio estructural desde el exterior como aquí propongo tiene alguna posibilidad de éxito. El análisis estadístico de los ensayos clínicos es demasiado importante para ser confiado a las empresas patrocinadoras.”

Es hora de que los gobiernos hagan algo: deben obligar a las agencias reguladoras a realizar los análisis estadísticos y comprobar que están de acuerdo con el protocolo de investigación y el plan de análisis.

No hacer nada sería impensable.

Y los CEOs de las multinacionales…

¡A la cárcel!

 

FUENTE: http://www.nogracias.eu/2016/09/11/como-se-deben-reir-los-ceos-de-las-farmaceuticas-falsedades-expertos-comprados-y-gobiernos-que-aceptan-la-corrupcion-de-la-ciencia/

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