Covid 19: ¿Vacunar a los niños? Una mirada desde la vacunología crítica

(una mirada sobre vacunar a los/as niños/as)

 

Existe un convenio o contrato tácito por el que la sociedad le otorga una licencia a los médicos o a la medicina para intervenir/actuar sobre personas dolientes o enfermas con el objetivo de “ayudarlas”, aunque dicha asistencia implique riesgos, como, por ejemplo, provocar una gastritis al indicar un antitérmico para la fiebre, es decir, generar un efecto adverso buscando un beneficio mayor.

 

También existe otro contrato/convenio, este ya no curativo sino preventivo entre la comunidad y la medicina, referido a intervenciones sobre personas y poblaciones sanas buscando protegerlas de una potencial afección/amenaza. Este es el caso de las vacunas, las cuales no son sustancias para tratar enfermos sino para adaptar la respuesta inmune de las personas sanas. Acá el riesgo de daño que tales personas o comunidades debieran correr al adquirir el supuesto beneficio debiera ser infinitamente menor al provocado por la enfermedad a evitar, motivo por el cual antes de acometer con la vacunación ese daño potencial -no el de la enfermedad a prevenir sino el que podría ocasionar la propia vacuna- tendría que conocerse en forma real, con certeza, para de esa forma poder ejercer el principio hipocrático de “primero, no dañar” y, fundamentalmente, considerar a las personas (incluidos los niños y las niñas) como sujetos del derecho humano a la salud y no como objetos meramente biológicos.

 

Sin embargo, pareciera que al calor de la pandemia del Covid-19 todos estos límites y diferencias se hubiesen borrado en consonancia con la presión cada vez mayor de las empresas fabricantes de vacunas, interesadas no en la salud ni en la prevención de enfermedades sino en que se multipliquen las dosis y se extienda la vacunación a grupos poblacionales cuya necesidad inmediata no ha sido convenientemente acreditada, al sólo efecto de multiplicar sus ganancias, máxime cuando los números de casos han descendido notablemente.

 

En este contexto pareciera que nada hay para discutir ni analizar, sin embargo, no estamos de acuerdo.

 

Ciertamente, el anuncio oficial de avanzar con la campaña de vacunación anti Covid-19, ahora sumando a niñas y niños, está provocando preocupación en la sociedad dada la controversia existente entre el riesgo de potenciales efectos adversos de un lado, y el impacto de la enfermedad en la población pediátrica del otro.

 

Dado este conflicto, el conocimiento de la proporción de la población que ha resultado infectada por el SARS-CoV-2, con sintomatología o sin ella, es un dato crucial para estimar la carga real de la enfermedad y facilitar el desarrollo de mejores estrategias de prevención, incluida la vacunación. Para ello la vía más accesible es la determinación de anticuerpos específicos que indiquen contacto previo con el virus y la supuesta protección para nuevas infecciones. Sin embargo, los estudios de seroprevalencia poblacional de suficiente calidad metodológica para permitir estimaciones precisas sobre la proporción de infectados en la población general y más aún en la edad pediátrica son muy escasos. Esto, no es menor a la luz de los números de pobreza existentes en Argentina y de la población pediátrica en condiciones de pobreza (60%) implicando de esta forma la existencia en condiciones de hacinamiento con riesgo de exposición elevado en el ámbito familiar, capacidad de respuesta inmune deficiente producto de una alimentación de baja calidad nutricional, necesidad de vacunación de una población, la infantil, probablemente inmunizada por exposición previa al virus, etc. Lamentablemente, los datos existentes basados en estimaciones de “expertos” y en razones políticas no médicas, soslayan la necesidad de conocer con claridad cuanto se extendió la pandemia entre los niños.

 

Ahora bien, si bien es cierto que toda vacuna debe salvar los principios de inocuidad, inmunogenicidad y eficacia, ocurre que hasta el momento la vacunación realizada en adultos, mayores y ancianos no ha descartado la aparición de efectos adversos en un buen número de personas, ni tampoco impedido que algunos vacunados se infecten y eventualmente transmitan el virus con posterioridad, es decir, no se ha acreditado una inmunidad esterilizante (al menos en función de la cinética de anticuerpos), ni tampoco la vacunación ha impedido que algunas personas enfermen e incluso con evolución grave, a veces letal, tras completar el esquema de vacunación, contraviniendo por la vía de los hechos los anuncios oficiales en sentido contrario. ¿Podrá entonces garantizarse que los niños y las niñas sean la excepción?

 

Pero resulta que ahora la “necesidad” de vacunar a los más chicos pretende imponerse como una urgencia sin que para nada se haya efectuado una farmacovigilancia suficiente ni despejado los interrogantes sobre la vacunación. Baste recordar que las vacunas en danza cuentan con autorización de emergencia pero no con aprobación en la mayor parte del mundo. Por eso, no parece atinado que con motivo de dicha emergencia se justifique, sin más, la realización de un ensayo biológico de tal magnitud teniendo a los niños y niñas como destinatarios del mismo.

 

Al respecto, una declaración recientemente formulada en forma conjunta por la Academia Europea de Pediatría y la Confederación Europea de Pediatras de Atención Primaria ha señalado que, independientemente de los innegables beneficios potenciales de las vacunas, la pregunta que debe realizarse es si éstas son seguras en niños y adolescentes, en particular porque no se dispone de datos suficientes sobre los efectos a largo plazo. https://doi.org/10.3389/fped.2021.721257

 

De igual modo, el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades ha declarado que debido a los beneficios limitados en niños y adolescentes, se deberá considerar cuidadosamente la situación epidemiológica y la aceptación de la vacuna en los grupos de mayor edad antes de dirigirse a niños y adolescentes. https://www.ecdc.europa.eu/en/publications-data/interim-public-health-considerations-covid-19-vaccination-adolescents-eueea

 

En el caso del Reino Unido, el Colegio Real de Pediatría y Salud Infantil ha retrasado la decisión de vacunar a la población pediátrica debido a la falta de pruebas claras sobre seguridad https://www.rcpch.ac.uk/resources/covid-19-vaccination-children-young-people, al tiempo que Suecia y Dinamarca directamente suspendieron la vacunación en jóvenes a raíz del surgimiento de efectos adversos graves en dicha población. https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/suecia-y-dinamarca-suspenden-el-uso-de-la-vacuna-moderna-en-jovenes-nid06102021/

 

En los Estados Unidos la preocupación ha trascendido la mera especulación para apoyarse en los efectos graves ocasionados por algunas vacunas empleadas en la población infantil. Un estudio reciente ha informado efectos posvacunales utilizando el sistema de informes de eventos adversos de vacunas (VAERS), destacando, entre otras, la aparición de miocarditis y pericarditis (algunas con resultados letales) tras la primera o segunda dosis de alguna de las vacunas, en especial la de Pfizer (67% de los casos). Las tasas de miocarditis informadas en VAERS resultan significativamente más elevadas en jóvenes de entre 13 y 23 años, sobre todo varones (80%), amén de que la frecuencia observada ha resultado 19 veces mayor a la esperada en el grupo de edad de entre 12 y 15 años, sugiriendo un riesgo marcadamente mayor de miocarditis posterior al uso de vacunas contra la Covid-19 que para otras vacunas conocidas. https://doi.org/10.1016/j.cpcardiol.2021.101011

 

En la edición de septiembre de 2021 de la prestigiosa revista Pediatrics, Marshall y colaboradores informaron una serie de casos que describe siete varones de 14 a 19 años que desarrollaron miocarditis sintomática después de la segunda dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech. En la misma, los autores señalan que los síntomas comenzaron entre 2 y 4 días después de la segunda dosis y que esta serie de casos se publica en el contexto de otros informes de los medios de comunicación sobre miocarditis en adultos jóvenes, en su mayoría hombres del Ejército de Estados Unidos e Israel, así como de un aumento reciente en los informes de miocarditis después de la vacunación contra el coronavirus efectuados a la Administración de Medicamentos y Alimentos y al VAERS de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. https://pediatrics.aappublications.org/content/148/3/e2021052478

 

Como contrapartida, se sabe que la tasa de mortalidad por Covid-19 en población pediátrica a nivel mundial es menor del 0,08%, que sólo existen casos aislados de pacientes pediátricos con síntomas persistentes luego de algunos meses tras la enfermedad aguda (dolor torácico, disnea, fatiga, tos, síntomas digestivos, dolores óseos o musculares, síntomas neuropsicológicos). Se sabe también que las infecciones asintomáticas en el periodo neonatal son más frecuentes que las infecciones con síntomas y que los síntomas de la Covid-19 en recién nacidos, cuando aparecen, suelen ser leves, e incluso es recomendado fomentar y mantener la lactancia materna a los recién nacidos aún por parte de madres infectadas por SARS CoV 2: Covid-19 en pediatría. https://doi.org/10.1016/j.anpedi.2021.05.019

 

Según datos recientemente generados por el Centro de Control de Enfermedades/CDC de Estados Unidos, vacunar contra la Covid-19 con Pfizer o Moderna a 1.000.000 de niños de 12 a 17 años evitaría 5.700 contagios, 215 hospitalizaciones y dos (2) fallecimientos, aunque generarían un máximo de 70 casos de miocarditis; casos que en el caso de Israel llegarían a más de 100. https://www.nytimes.com/es/2021/10/08/espanol/vacunas-ninos-covid.html

 

En forma preliminar y hasta tanto se devele esta cuestión por ahora, como se ha señalado un estudio realizado por Tracy Beth Høeg y colaboradores, “pareciera ser que los niños corren más riesgo de sufrir un efecto por la vacuna de Pfizer que por la Covid”. https://doi.org/10.1101/2021.08.30.21262866

 

No se ha debatido lo suficiente sobre los posibles efectos adversos de la vacunación, porque todo el mundo está muy sensible en torno a la indecisión y no quiere fomentar campañas antivacunas, pero las vacunas de tecnología génicas son de muy reciente utilización en humanos y su seguridad no está demostrada y no lo estará hasta dentro de varios años. Algunos expertos han argumentado que inmunizar a los niños ayudaría a interrumpir las cadenas de transmisión y contener al virus, pero inmunizar a los niños para proteger a otras personas, cuando puede haber un riesgo para quien recibe la vacuna es inaceptable, es decir, no se debería vacunar a un niño de 15 años al sólo efecto de evitar que se infecten los adultos. Eso no es éticamente admisible.

 

Además, está planteada otra cuestión no menor: la inmunidad infantil. Un análisis diferencial del sistema inmune publicado en Lancet lleva a la conclusión de que la evolución ha otorgado una ventaja de supervivencia a los niños para combatir patógenos conocidos y desconocidos, y si bien el adulto también está bien protegido por el equilibrio de células con alta y baja especificidad, con el envejecimiento, la desnutrición, la inmunosupresión y los estados comórbidos, su sistema inmunológico pierde la capacidad de adaptarse a la novedad, motivo por el cual si bien las vacunas son el camino a seguir, en situaciones de emergencia como la pandemia de COVID-19, la investigación y el uso de herramientas inmunológicas que la naturaleza ha dotado a los niños podría mejorar los resultados de la gestión. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7202830/

 

Mal podría entonces buscarse una solución inmunológica cuando no está claramente explicada la historia natural de la enfermedad. Por eso, una revisión reciente sobre el por qué los niños presentan una Covid-19 menos severa que los adultos publicada por el British Medical Journal, es categórica sobre esta cuestión: la observación de que, en comparación con otros virus respiratorios, los niños tienen síntomas menos graves cuando se infectan con el SARS-CoV-2 es sorprendente y aún no se comprende”. https://adc.bmj.com/content/106/5/429.long

 

¿Entonces cuál es la urgencia de violentar la bioética y la farmacovigilancia y, sobre todo, de someter a millones de niños y niñas a estos ensayos motivados por los intereses de las grandes farmacéuticas?

 

Ángela GentileJefa de Epidemiología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y ex presidenta de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP)-, ha señalado que la mayoría de los niños infectados con el SARS CoV2 tienen manifestaciones clínicas leves y cursan sin síntomas de neumonía, con una enfermedad de buen pronóstico, al tiempo que la mayoría de ellos se recupera entre 1 y 2 semanas después del comienzo de la enfermedad. Según la colega, sus dichos se basan en dos estudios efectuados en China: el primero sobre un total de 44.672 casos confirmados de los cuales los niños y las niñas de 0 a 9 años sólo representaron el 0,9% (416 casos), y el segundo sobre 731 casos pediátricos confirmados por laboratorio, de los cuales el 97% resultó ser asintomático o con sintomatología leve o moderada (Gentile A. Coronavirus: impacto en la población pediátrica. Boletín del Círculo Médico de La Matanza. https://cirmedmatanza.com.ar/coronavirus-impacto-en-la-poblacion-pediatrica/).

 

En cuanto a las vacunas contra la Covid-19 producidas por los fabricantes de vacunas chinos Sinovac (CoronaVac) y Sinopharm (BBIBP-CorV), las mismas están aprobados por la OMS, pero aún no han recibido autorización en el Reino Unido, Europa o los EE. UU. Los datos de seguridad de las mismas son relativamente limitados. Sin embargo, la OMS ha identificado dos eventos adversos graves que podrían estar relacionados con el pinchazo de Sinopharm: náuseas graves y un trastorno neurológico poco común llamado encefalomielitis diseminada aguda. Ambos eventos observados en los ensayos clínicos, así como la existencia de trombosis en un voluntario. Es más, según un documento de antecedentes sobre CoronaVac elaborado por el Grupo Asesor Estratégico de Expertos en Inmunización de la OMS, se han observado varias reacciones adversas graves desde que se lanzó la vacuna en China, incluyendo shock anafiláctico, púrpura de Schönlein-Henoch, parálisis facial, hemorragia cerebral y Síndrome de Guillain Barré. https://www.pharmaceutical-technology.com/features/covid-19-vaccines-adverse-events-explained/

 

Nosotros, por otra parte, llamamos la atención sobre Sinopharm, la vacuna con la que se comenzará a vacunar niños y niñas en Argentina, una vacuna generada con tecnología tradicional y basada en virus inactivados en la que cuestionamos el uso de la plataforma de células VERO y el contenido de hidróxido de aluminio como adyuvante de la misma, destacando:

 

  1. que las células VERO empleadas en cultivos celulares tienen potencialidad oncogénica, es decir tumoral, dependiente del número de pasajes https://www.researchgate.net/profile/Awatif_Issa/post/Does_Vero_cell_possess_Fc_receptor/attachment/59d635e479197b80779935f0/AS:386030961217536@1469048361106/download/Verocell.pdf
  1. que algunas vacunas en uso desarrolladas en cultivos celulares VERO han propagado en el pasado virus tumorales, como el virus SV40, lo cual ha sido documentado ampliamente, por ejemplo, en ensayos vacunales contra la poliomielitis en países de Latinoamérica, https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30965068/
  2. que las células VERO son portadoras de retrovidus simianos endógenos (semejantes al virus al HIV residentes en el genoma del mono). La expresión continua del gen env de dichos retrovirus puede activar el sistema inmunológico innato del receptor, lo que puede resultar en la tolerancia basal de las células huésped (humanas) a varios virus exógenos. Por otra parte, algunos de estos retrovirus presentes en el genoma de las células VERO tienen secuencias aparentemente intactas, lo que sugiere un potencial críptico para actuar como retrotransposones o agentes infecciosos, https://www.nature.com/articles/s41598-017-18934-2
  3. que en el denominado “Manual de Vacunador” de Argentina elaborado el 28-02-2021, encontramos que la vacuna tiene como adyuvante Hidróxido de Aluminio y que entre las precauciones para su aplicación se destacan antecedentes de epilepsia u otro trastorno neurológico progresivo. https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/2021-03-01_vacuna-sinopharm-conain.pdf

 

Recientemente (13-07-2021) se ha documentado extensamente cuales son los mecanismos moleculares de la neurotoxicidad provocados por el aluminio, a saber: estrés oxidativo, disfunción mitocondrial, inducción de apoptosis, neuroinflamación y activación microglial, estrés del retículo endoplásmico y alteración de la homeostasis del Calcio, reducción de la plasticidad sináptica y la producción de neurotrofinas, patología citoesquelética, generación y acumulación de β amiloide, alteración de la expresión de α-sinucleína, interferencia con el metabolismo de los neurotransmisores y la transducción de señales, etc. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC8276946/

 

Al respecto, cabe destacar que está establecido que el Aluminio depositado en el tejido cerebral tiene relación con el trastorno de espectro autista. Concretamente se ha visto que el contenido de aluminio en el tejido cerebral en el autismo se encuentra constantemente alto, motivo por el cual debiera evitarse su uso tanto en alimentos y vacunas como en todo tipo de medicamentos DOI: https://doi.org/10.1016/j.jtemb.2017.11.012

 

Por todo lo señalado consideramos conveniente sostener el principio precautorio en especial referido a los efectos adversos conocidos y desconocidos de las diferentes vacunas anti Covid-19 de uso pediátrico, la prescripción médica individualizada de las vacunas en detrimento de una vacunación sistemática con ajuste a las características de cada paciente sopesando daños y beneficios, la plena vigencia de los derechos humanos que aseguren el cese inmediato de los ensayos biológicos vacunales teniendo como destinatarios a niños y niñas ejecutados sin consentimiento informado ni autorización, y el sostenimiento de una farmacovigilancia activa.

 

Dr. Medardo Ávila Vázquez

Médico Pediatra, Especialista en Neonatología, Docente de la Cátedra de Pediatría de la Fac. de Cs. Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba (Integrante de la APDH Córdoba y de la Red Universitaria de Ambiente y Salud).

Prof Eduardo Maturano

Doctor en Medicina y Cirugía, Docente Invitado de la Maestría en Bioética de la FCM-UNC, Máster en Neurociencias especializado en Neurodesarrollo Infantil, Especialista en Infectología, Especialista en Epidemiología (Integrante de la Red Universitaria de Ambiente y Salud).

About The Author